Se aprende equivocándose: Se enseña haciendo pensar

Esther Pillar Grossi

La frase “es mejor errar con la cabeza propia que acertar con la cabeza ajena” es una alerta para que no se confunda enseñar con dar al otro una buena respuesta o decirle como se produce el efecto buscado. Dar una respuesta u ofrecer una explicación, según Jacotot, en 1820, era embrutecer. Copiar de otro no es aprender, esto es solamente sobrecargar la memoria del aprendiente sin su participación. La única forma que es realmente eficaz para producir conocimientos es la construcción personal de hipótesis inicialmente incompletas o equivocadas, esto es, a través del error. El error es lo que define Sara Pain como ignorancia y da título a su libro básico “La función de la ignorancia”. La ignorancia, esto es, el error, tiene función. Y una función muy importante. Nadie aprende porque recibe información o explicaciones preparadas. Sólo sumergirse valientemente en el caos de los múltiples elementos de un campo conceptual, lleva al aprender.

Un salón de clase donde se ofrecen respuestas no es un salón de clase Geempiano, en el sentido que no se están viviendo los principios básicos de las ideas postconstructivistas. El equívoco de la entrega de las respuestas le puede suceder tanto a la profesora como a los compañeros, lo que constituye un impedimento de cualquier camino rumbo al saber. La memorización de las respuestas preparadas tiene la misma poca eficacia de alguien que intenta “bañar cerdos”: Inmediatamente después de ser lavado, agradablemente se vuelve a ensuciar.

Es necesario que se instale en el locus enseñante un clima de construcción personal, lo cual es muy diferente a la pedagogía convencional, en la que el profesor de la clase, da la materia y después da la nota. El centro de los aprendizajes es la iniciativa de cada alumno en una interacción amplia y variada entre iguales y desiguales. Se aprende en la alternancia, los intercambios con quien se sabe más, lo mismo o menos, como provocadores del proceso de construcción de los conocimientos, el cual es personal e internalizado, invisible a simple vista.

Una profesora que todavía no descubre su papel como catalizadora de los fenómenos aprendientes, todavía es una profesora que se mantiene en la moda antigua.

Un catalizador en química, es una sustancia que produce una modificación en una reacción por su presencia y su actuación, pero que no entra en ella. La reacción se da apenas con la presencia del catalizador. ÉI mismo no es parte de la reacción. El catalizador posibilita y puede acelerar la reacción, sin estar dentro de ella. En general, los profesores no aceptamos este papel de catalizadores. Pensamos que si no entramos por completo en la reacción esta no se dará. Es difícil aceptar que el centro del proceso no está en el profesor más que en el alumno. Que es preciso asegurarle el papel de autor de sus aprendizajes, como se sintió Antonio, un alumno en Vila Santo Operario, en 1982. Estando él alfabetizado, una persona le preguntó: – “Pero, ¿quién te enseñó a leer y escribir?” a lo que él respondió: – “Nadie, yo aprendí pensando y preguntando”. Qué maravilla de sabiduría pedagógica! Quien aprende es el alumno, nosotros somos apenas organizadores de las condiciones para que él lo haga.

Esta atmósfera de creación de condiciones para que el otro aprenda, necesita ser instaurada en el salón de clase, sobretodo porque trabajamos en pequeños grupos de alumnos para que ellos interaccionen. Interacción pedagógica no es la oficialización de la copia de los que saben más, ni permiso para que estos cuenten a los otros lo que ellos ya descubrieron. Descubrir que no era accesible y que yo deseaba mucho tiene un gusto fantástico, si alguien impide este descubrimiento, mintiendo por una falsa participación de afuera hacia dentro, empobrece el acto pedagógico y corta el placer. Conseguir crear una sola fuente de satisfacción para los alumnos cuando alguien se tapa los oídos para no escuchar la solución que está buscando, diciendo: – “yo quiero tener el gusto de descubrirlo por mí mismo”, queda establecido un espacio didáctico- pedagógico fecundamente eficaz.

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