La Profesión Docente

Mag. Sonia Inés Matallana Saadi

Un profesional es una persona que puede brindar un servicio, garantizando el resultado con calidad de excelencia.

Docente es quien se dedica profesionalmente a la enseñanza, entendida esta como mucho más, que la mera transmisión de conocimientos.

Por lo tanto para ser un profesional de la educación no basta con la sola Formación de los profesores, la formación la reciben en las universidades y está ligada a la capacitación que es un proceso que se da de afuera hacia adentro.

Para ser un profesional de la enseñanza es necesaria la Transformación.

La transformación va mucho más allá de la formación, ella no se consigue en una capacitación, no está garantizada por uno o muchos títulos universitarios, ella es un proceso que se da, de adentro hacia afuera.

El profesor en proceso de transformación, como dice el poeta Octavio Paz, “Duerme con los ojos abiertos” sus sueños son “Sueños de río buscando su cauce, sueña con las manos”. Su transformación se desprende del análisis reflexivo de su quehacer pedagógico, centrándose en sus horizontes de sentido, porque como dice el refrán popular, “Nadie puede dar de lo que no tiene”, entonces el educador que quiera educar a otros genuinamente, debe y tiene que formarse y transformarse a sí mismo y después si tratar de ayudar a otros.

La base para la transformación está en autodescubrirse como sujeto capaz de atender progresivamente mejor, como sujeto inteligente capaz de preguntar y entender, como sujeto crítico, capaz de reflexionar y juzgar, como sujeto responsable capaz de tomar decisiones y de construirse humanamente en su tarea de deliberar y decidir por y para el bien de otros – sus estudiantes-.

Nietzsche, planteó: “Quien tiene por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo” de la misma manera, en educación se puede afirmar que el docente que se transforma y tiene claro por qué y para qué educar es capaz de descubrir y diseñar múltiples cómos.

La iniciativa del diseño o búsqueda de los cómos, tiene que ver con la vocación, la docencia es una de las pocas profesiones en donde la persona concreta que la ejerce es clave, pues aporta su propia persona al contenido de lo que hace, se da a sí mismo y en ese darse es que consigue mas o menos los frutos buscados. En la educación genuina, es la persona del profesor la que educa, la que comunica inteligente, crítica, auténtica y responsablemente la forma para construir la propia vida de sus estudiantes. El profesor es la persona que se compromete en cada curso, en cada clase, en cada actividad, con el crecimiento humano genuino de sus alumnos.

Lo que el profesor personifique, es en última instancia lo que va a permear más profundamente en la vida del alumno, porque el profesor auténtico y en proceso de auto apropiación permanente se convertirá sin duda en significado personificado para sus estudiantes, será significado para ellos a través de sus palabras, de sus acciones en el aula, de su forma de vida toda.

Pero el profesor inauténtico, simplemente formado, mediocre, apático y rutinario será seguramente personificación de lo insignificante, de lo vacío, de lo insípido, para sus alumnos.

Esta es la razón por la que en todo proceso de educación genuina la clave es la transformación del docente.

El sentido de la vocación encuentra su expresión máxima entre el cruce de la obligación pública y el compromiso social, la actividad debe tener más que una mera significación personal, debe tener un valor social para otros, para que sea una vocación. La vocación describe el trabajo que es gratificante y significativo para el individuo, que le ayuda a encontrar un sentido para su ser y una identidad personal.

La sociedad actual reclama hoy al maestro que cambie, que se transforme, y este cambio está demandado por diferentes presiones, que hacen del reto de la transformación docente un verdadero desafío, que requiere de muchas herramientas y análisis. “El problema es que cuando se tiene solamente un martillo como herramienta, todo lo que está alrededor parece un clavo”. A menudo el profesor que carece de herramientas, responde defensivamente y resistiéndose al cambio, porque no comprende estas demandas, en otras ocasiones el docente formado en el conceptualismo responde tratando de aprender conceptos y palabras mágicas de las diferentes tendencias, para estar al día, en otras ocasiones el docente barnizado de teoría crítica como contenido de aprendizaje no bien asimilado, responde con ideologizaciones y rechazos acríticos.

Ahora bien, una herramienta del profesor en proceso de transformación y que le sirve para comprender su rol dentro de la educación, es que procese la manera de ver el mundo y reafirme el compromiso con ese mundo que él considera viable para sus estudiantes y con esa interpretación se comprometa vivencialmente, es decir, profese.

Profesar es dar una prueba comprometiendo la responsabilidad. En el acto de profesar se promete públicamente algo a alguien, en este caso a los estudiantes, aparece la responsabilidad de dar cumplimiento a las promesas. Si lo anterior es cierto, el estudiante, entonces, asume las clases como contenido de cumplimiento de la promesa de su maestro. En este sentido la responsabilidad ética de los maestros y de las instituciones que los contratan, no es poca, tiene que ver con el sentido de la existencia.

Referencias:
• Martín López Calva, La formación docente como Transformación: exigencias fundantes

• Diego Fernando Barragán, El maestro, la Escuela y el Sentido, Apuntes Hermenéuticos, 2007, Rev. Universidad de la Salle Nº 44, p, 94-99

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